Los daños de las plantaciones forestales en diferentes lagos de Chile

por Cecilia Smith y Ana Abarzúa 28 septiembre, 2021

Estudios en lagos, rodeados de plantaciones forestales, revelan que las áreas circundantes presentan gran erosión del suelo, además de fuertes deterioros en la cantidad y calidad del agua, y en el ciclo de nutrientes de estos cuerpos de agua, entre otros problemas. La magnitud e intensidad de estas operaciones industriales afecta a las cuencas completas, incluida la subsistencia de las poblaciones humanas locales, situación agravada por el cambio climático y megasequía.

Las extensas plantaciones forestales comerciales chilenas generan una vasta red de caminos, y utilizan prácticas de cosecha intensiva (raleo, madereo, tala rasa, etc.) en ciclos entre establecimiento y cosecha de muy corta duración, lo que no da tiempo a la recuperación del sitio, agotando rápidamente los nutrientes del suelo. A la vez, las medidas de protección implementadas por la industria forestal son insuficientes frente a los importantes impactos negativos que poseen sobre el suelo, el agua y la biodiversidad.

Una investigación liderada por investigadores de la Universidad de Concepción en los cerros costeros de Chile central-sur, muestra una tasa de erosión del suelo muy alta en plantaciones comerciales respecto a bosques nativos. En promedio, los suelos de sitios montañosos bajo plantaciones forestales sufren pérdidas hasta cuatro veces mayores que bajo bosques nativos (máximo 90 ton de suelo perdido/ha anual al primer año de plantación).

Estos procesos erosivos continúan incluso bajo plantaciones aun no taladas, particularmente en suelos que ya antes de la operación forestal estaban altamente degradados. Otros estudios realizados en distintos lugares en Chile encuentran los mismos resultados. La investigación de Aburto y colaboradores muestra además que la pérdida de suelo neta anual bajo plantaciones forestales jóvenes y maduras, se acrecienta al existir lluvias torrenciales, a diferencia de lo que sucede con el suelo de los bosques nativos. Es necesario indicar que las lluvias torrenciales se han intensificado junto a la creciente impredictibilidad climática.

Un estudio de la cuenca del lago Lanalhue, liderado por investigadores de la Universidad Austral de Chile, el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), la Universidad de Los Lagos, la Universidad de Santiago, entre otras instituciones nacionales e internacionales, revela la fuerte presión ejercida por la silvicultura industrial, responsable de aumentar dramáticamente la tasa de acumulación de sedimentos en el fondo del lago. En este estudio se estimó cuánta es, y dónde ocurre, la pérdida de suelo en tiempos históricos (desde aproximadamente el año 1800) y recientes (últimos 30 años). Mediante el análisis de isótopos radiactivos e imágenes satelitales, el estudio registró una elevada pérdida de suelo en las últimas décadas, muy superior a aquella anterior a 1950.

La silvicultura industrial y la deforestación por quema han generado los niveles más altos de arrastre de suelo en la cuenca del Lanalhue. Esto hace urgente implementar acciones de restauración con especies nativas, que apunten a conservar el poco suelo restante. El suelo depositado en el fondo del lago genera otro grave problema: la sedimentación y colmatación (relleno con sedimentos) de este cuerpo de agua. Masivas pérdidas de suelo en años lluviosos han provocado avalanchas de barro, perjudicando las tomas de agua de comunidades mapuche.

Numerosas son las reuniones y solicitudes de estas comunidades del Lanalhue para reemplazar las plantaciones forestales por especies nativas en los menokos (bosques sagrados) de las nacientes de esteros que desembocan en el lago (Mesa de Diálogo Forestal del sector). El estudio reconoce que las toneladas de suelo perdidas pueden ser mucho mayores porque no se evaluó la pérdida producto de la red caminera forestal, la principal causa de alteración del suelo, junto con la tala rasa. Datos satelitales muestran que en la cuenca del Lanalhue las talas rasas pueden alcanzar 500 hectáreas cada una, abarcando incluso pendientes de 100%, según las personas autoras del estudio.

Una tercera investigación, liderada por investigadoras e investigadores de la Universidad Católica y el IEB, obtuvo resultados similares para el lago Vichuquén. En este lago se reconstruyó el efecto que los cambios en la cobertura del suelo de los últimos 700 años (desde bosque a cultivos u otros usos humanos), han tenido sobre la disponibilidad de nutrientes como el nitrógeno y el carbono en estos ecosistemas lacustres. La investigación encontró que los cambios históricos, desde los asentamientos indígenas, la colonia española y la república, hasta aproximadamente 1950, no alteraron los sedimentos ni los flujos de nutrientes del lago.

Posteriormente, los bosques nativos fueron reemplazados por plantaciones de especies exóticas, que se expandieron cubriendo el 66% de la cuenca. Este reemplazo forestal sería el factor principal tras el gran aumento del nitrógeno del lago. Este aumento causa un deterioro de la calidad del agua, convirtiendo el lago en un sistema eutrófico (acumulación de compuestos orgánicos que causa proliferaciones de algas, pérdida de oxígeno, y muerte masiva de la biodiversidad).

El mismo grupo de científicas y científicos de la PUC y el IEB investigó también la Laguna Matanzas. Sus resultados confirman los de los estudios descritos anteriormente. La agricultura y pastoreo de ganado históricos parecen haber tenido poco impacto en la transferencia de nutrientes y materia orgánica hacia la laguna desde el período colonial. En contraste, los mayores cambios en la dinámica del nitrógeno ocurren desde mediados de la década de 1970, impulsados por el reemplazo de bosques nativos y pastizales por plantaciones de pino y eucalipto. Estas plantaciones, sumadas a las prácticas intensivas de la agricultura industrial, y a la extracción masiva de agua, tienen a Laguna Matanzas al borde del colapso.

En todos estos casos estudiados de cuencas lacustres rodeadas de plantaciones forestales, se han encontrado también restos de carbón en los sedimentos depositados en los lagos desde aproximadamente 1980. Esto revela el uso extensivo del fuego para eliminar el bosque nativo, y así proceder a reemplazarlo por plantaciones comerciales.

En el caso del lago Lanalhue, las empresas forestales Arauco, Masisa y Terranova SA son responsables de todos los grandes reemplazos de bosque nativo o cultivos agrícolas por plantaciones de árboles exóticos, y fueron probablemente subsidiadas por el Estado mediante el Decreto Ley 701. El estudio del Lanalhue señala que al menos 464 hectáreas deben ser restauradas a corto plazo con especies nativas para controlar la erosión, evitar la sedimentación y la disminución del espejo de agua. Además, al menos 11.000 hectáreas requieren control de erosión, y 2.500 hectáreas requieren control de erosión urgente.

Todas estas investigaciones, llevadas a cabo por una multitud de científicas y científicos de reputadas universidades chilenas y del extranjero, muestran la imperativa necesidad de que el Estado, a través del Sistema Nacional de Evaluación Ambiental, regule ahora las actividades de la industria forestal. Lo más apremiante es regular la duración de la rotación forestal, prácticas como la tala rasa y la generación de caminos, además de restaurar con especies nativas aquellos sitios vulnerables y bosques de protección.

Los daños causados por la mega industria forestal chilena a nuestros ecosistemas, que son la base del bienestar social, deben ser vigilados y detenidos por las normas ambientales, y la destrucción provocada debe ser reparada. Esperamos que el servicio forestal, las certificaciones sobre sustentabilidad del manejo forestal, y los cambios que se están proponiendo al Sistema de Evaluación Ambiental en el congreso, incorporen a la brevedad estándares nuevos, para reparar las pérdidas, y evitar que se continué haciendo desaparecer el patrimonio natural de todos quienes habitamos Chile.

Cecilia Smith es investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y Ana Abarzúa es investigadora de la Universidad Austral de Chile.

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